Astrid Castellanos Correcha

Astrid Castellanos:

«Vocación, Lucha y Familia»

 

Médica, Madre y Defensora Incansable: Una vida al servicio de la equidad y la justicia.

 Soy provinciana, pero con una visión tan amplia como los horizontes de mi país. En mis ojos se refleja la convicción inquebrantable por los derechos de sus habitantes, una mirada que anhela la equidad y que clama permanentemente por la justicia.

Mi nombre completo es Vilma Astrid Castellanos Correcha. Soy médica de profesión, una vocación que abrazo con la misma pasión con la que defiendo los derechos humanos desde una perspectiva de género. Pero más allá de títulos y roles, soy ante todo madre y abuela. Para muchos, especialmente para la comunidad de personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas con las que he trabajado, soy simplemente «la madre de los mil hijos».

«Provinciana, visión amplia, derechos, equidad, justicia.»

El Legado de Mis Raíces

Mis raíces se hunden en la tierra de Boyacá, donde nací en la humilde casa de mis abuelos paternos. Allí, en el seno de una familia amorosa y trabajadora, viví una infancia feliz junto a mis cuatro hermanos: Ignacio Arturo, Lucero María del Pilar, Carlos Mario y Germán Darío. Aunque hoy nuestros padres, Santos Arturo e Inés Astrid, ya no están físicamente con nosotros, su legado de unidad familiar, honestidad y amor perdura, manteniéndonos unidos a través de la virtualidad, dispersos en tres ciudades de Colombia y dos países extranjeros.

La Vocación de Servir: Mi Camino en la Medicina

Desde pequeña, la lectura, una pasión heredada de mi padre, encendió en mí una profunda sensibilidad por el sufrimiento ajeno. Mi referente social, mi personaje favorito, fue el «Ché» Guevara. Fue entonces cuando mi propósito de vida se forjó con claridad inquebrantable: ¡convertirme en médica!

«Médica de profesión, vocación de servicio, medicina social, transformación del sistema de salud.»

Con tan solo dieciséis años, y la certeza de mi calidad académica, me lancé a la gran aventura de estudiar en Bogotá. Con el apoyo incondicional de mis padres, ingresé a la entonces Escuela de Medicina Juan N. Corpas, atraída por un programa novedoso enfocado en la medicina familiar y una nueva sede en Suba. Este inmenso reto de enfrentarme a una gran ciudad me regaló vivencias de todo tipo que nutrieron mi crecimiento personal y alimentaron mi inmenso deseo de convertirme en médica.

Familia: «El Corazón e mi Lucha»

«Madre, abuela, compañera de vida, soporte emocional y moral.»

Al finalizar mis estudios universitarios, conocí a Alberto Borray, el hombre que hoy es mi compañero de vida, el padre de mis hijas. Él aportó a mi mundo la mirada al arte y la música, desvelando otra faceta fundamental que ha hecho de nuestro matrimonio, de casi cuarenta años, una amorosa realidad. No ha sido una unión por resistencia, sino por una construcción permanente del corazón de nuestras vidas: la familia. Alberto, arquitecto, artista, músico y pintor, es mi compañero y el padre de mis dos hermosas hijas, Carolina y Juliana.

Carolina nos ha regalado dos nietos preciosos, Juanita y Sebastián. Ellos se han convertido en el motor de mi vida, la inspiración amorosa y la guía de muchas de mis acciones. Juliana, por su parte, heredó la vocación docente. Con ellos, hemos conformado una familia unida que hoy es el soporte emocional y moral de todas mis acciones sociales. Pero la vida, en su generosidad, me trajo otra hija, Laura, quien amplió nuestra familia con su compañero Enrry y mi hermoso nieto Joshua, mis queridos «Morochos».

Sembrando Equidad: La Casa de la Mujer y los Derechos Humanos

«Defensa de derechos humanos, perspectiva de género, interseccionalidad, «la madre de los mil hijos»

El enfoque social, que germinó en casa y se fortaleció durante mis estudios profesionales, se consolidó finalmente en el entonces llamado «año rural», que realicé en Guayatá, Boyacá. Fue a partir de entonces que comencé a organizar las jornadas de salud que, hasta hoy, han sido la columna vertebral de mi línea de trabajo: la medicina social.

Durante diez años, trabajé en el Instituto de Seguros Sociales en Bogotá, en el dispensario del 20 de julio. Esta experiencia reforzó mi compromiso con las comunidades desde la medicina general, una disciplina que para mí ha tenido un significado especial y que hoy reivindico como el eje fundamental de un sistema de salud que espero y lucho por transformar estructuralmente.

Una situación familiar difícil, un accidente que afectó gravemente a mi madre, marcó un giro inesperado pero positivo en mi vida. Ante la negativa de un traslado, regresé a Tunja para cuidarla, y fue allí donde encontré en la academia la plena realización de mi vocación docente. En la Escuela de Medicina de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), ejercí durante más de veinticinco años, siempre con un eje principal: la medicina social.

En el contexto universitario, tuve la invaluable oportunidad de vincularme al Grupo de Investigación de Estudios para la Equidad de Género (GIEPEG). 

Esta vinculación me llevó a dirigir, durante más de quince años, la Casa de la Mujer, una instancia de la universidad pública que me sumergió de lleno en el ejercicio de la defensa de los derechos humanos, con una perspectiva de género y un enfoque interseccional.

Durante esa etapa de trabajo incansable con las comunidades, alcancé importantes logros. Logré articular mi actividad docente con este proyecto social y posicionar a la universidad en diversas instancias municipales, departamentales y nacionales, en la defensa de los derechos de las mujeres y la población sexualmente diversa. Con un equipo maravilloso, inicialmente con voluntariado y luego con prácticas universitarias multidisciplinarias de varias universidades, desarrollamos cuatro líneas de trabajo que consolidaron la Casa de la Mujer de la UPTC como un Proyecto Social con Perspectiva de Género:

Prevención, atención y acompañamiento a víctimas de Violencias Basadas en Género: Con intervención en rutas de atención y capacitación a instancias pertinentes.

Atención y seguimiento a poblaciones en alto grado de vulnerabilidad: Incluyendo población infantil del ICBF y sus madres comunitarias, adultos mayores, habitantes de calle, población con discapacidad y sus cuidadoras, entre otros.

Formulación, seguimiento y evaluación de políticas públicas: Especialmente en temas de mujer y equidad de género, discapacidad e inclusión social y diversidad sexual.

Acompañamiento y consolidación organizativa de población LGBTIQ+: Esta línea surgió de un trabajo de grado de una estudiante de enfermería, que reveló cómo esta población, históricamente discriminada, solo tenía los bares como espacios de socialización. La experiencia con la población diversa me permitió abrir en la casa un espacio seguro, afectuoso y garante de derechos. Al verme en un papel maternal, protector y amoroso, adquirí el honroso título de «la madre de los mil hijos», un reconocimiento publicado en un diario en un día especial. Un título que conservo con orgullo, pues aún hoy me siguen llamando «mamá», y yo sigo amándoles y apoyándoles en la defensa de sus derechos.

Compromiso en el Territorio: Cuidadoras, Madres Comunitarias y Discapacidad

«Medicina social en campo, apoyo a comunidades vulnerables, Ley del Cuidador, activismo por 35 años.»

A través de las jornadas de salud y el contacto directo con las comunidades, he trabajado incansablemente junto a estudiantes y voluntarios, con poblaciones vulnerables como la comunidad de hogares comunitarios del ICBF y personas con discapacidad. En hogares comunitarios de Tunja y varios municipios, realizamos la valoración en salud de población infantil y gestantes, expidiendo el correspondiente certificado. Durante más de quince años, y aún hoy, hemos realizado un promedio de dos mil valoraciones anuales. Además de esta labor, mi apoyo a las madres comunitarias se ha extendido no solo a capacitaciones, sino también a sus luchas gremiales, un compromiso que mantengo firme y que espero continuar.

Las personas con discapacidad y sus cuidadoras generaron una de mis líneas de trabajo más significativas. Esta me permitió no solo una cercanía profunda con su situación clínica y psicosocial, sino también un trabajo actual como asesora del colectivo de cuidadoras y cuidadores de Tunja y Boyacá. Hemos tenido una participación importante a nivel nacional en la construcción de la Ley 2297 de 2023, la Ley del Cuidador en nuestro país.

A partir de mi jubilación en el año 2022, he reforzado mi trabajo como defensora de derechos humanos, además de mi activismo social y político, que ya suma una trayectoria de más de treinta y cinco años. Todas las experiencias vividas en este largo camino, con sus altibajos, peligros y logros, me han llevado a una conclusión inquebrantable: continuar mis luchas con las banderas que han caracterizado este trajinar.

Estas banderas son las de las poblaciones vulnerables, especialmente la niñez, las personas con discapacidad, las mujeres y la población diversa. Mi compromiso es firme en la defensa de sus derechos, en la formación política para una participación ciudadana consciente y activa, pero sobre todo, en la posibilidad de ser una voz en su nombre.

Una Voz para Boyacá y Colombia

«Liderazgo, voz para las poblaciones vulnerables, participación ciudadana.»

«En el vibrante pero desafiante escenario político y social de Colombia, el camino para una mujer hacia los espacios de decisión y la contienda electoral está lleno de obstáculos. Pero el eco del reconocimiento recibido me eleva y me confirma que mi sólida trayectoria social y política es la herramienta poderosa para lograr mejoras profundas en nuestra sociedad y en el mundo que habitamos. 

¡Una Colombia renovada, un Boyacá próspero, están esperando que los construyamos entre todos!